Luego son las creencias que hemos ido arrastrando y llevando con nosotros a través de la infancia, la adolescencia, la juventud y ya en la edad adulta, éstas nos fustigan. Ellas, muchas veces son las culpables de que produzcamos reacciones descompasadas ante situaciones de la vida, y para nada ajustadas a lo que sucede o ha sucedido. Todo esto nos cansa, nos agota, en definitiva, nos hace sufrir. Pero sufrir mucho.
En fin todo este conjunto reacciones coercitivas sobre nuestro cerebro van haciéndonos mella. Pueden llegar a rompernos y llevarnos a un estado de mala salud, y de producirnos nuestras propias enfermedades. Y son una carga explosiva para la línea de flotación de nuestra mente, cuerpo y alma
Pero si se tiene la voluntad de poner en marcha los resortes necesarios, todo esto se puede solucionar, sólo, o casi solo, con la ayuda de nuestra mente y el control de la misma.
1º. Hay que fijarse muy bien a la hora de emitir valoraciones de las situaciones y circunstancias por las que estemos pasando en el momento. Esto nos va a ayudar a etiquetar tales circunstancias de manera moderada: si vas a decir que “una cosa es un desastre”, por favor, te paras y piensas en cuantos tonos de gris hay. Con esta reflexión y extrapolándola al vocabulario que usas para etiquetar todo en tu vida, la misma frase se convierte: “Bueno hubiera podido salir bastante mejor, pero dentro de lo que cave, nos hemos salvado.” Ya no lleva tanta carga peyorativa y además la próxima vez que se vuelva a presentar el mismo caso, ya no lo afrontaras como “un verdadero desastre”, sino, como “algo mucho más sencillo con algunas raras connotaciones”.
2º. La vida siempre es mucho más fácil. Tenemos que permitirle que se vaya abriendo delante de nosotros cada mañana. Recién levantado del sueño nocturno uno se tiene que proponer crear el día que quiere tener.
3º Antes de la ducha, dar unos cuantos salto sobre las punteras de los pies. Luego durante la ducha, canturrear, tararear o chapurrear alguna canción de las que te han alegrado la vida en algún momento. Y sobre todo conectar la actitud de uno al lado positivo de la vida.
4º “La característica del Sabio, de una persona esclarecida y con personalidad desarrollada, es la ausencia de esfuerzo. No es que realmente no haga nada, sino que no es una persona que haga las cosas compulsivamente, y cuando actúa lo hace realizando una respuesta necesaria ante la situación, ni más ni menos. Su única disciplina es fluir por la vida, adaptándose a las condiciones cambiantes; tal como el agua se adapta al recipiente”
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