lunes, 2 de febrero de 2015

INDIA-15º. De mi paso por la India.


--La temporada del monzón para los niños era como si hubiera llegado la feria. Nos pasábamos el día jugando bajo la lluvia. Las calles se inundaban y las barcas se paseaban por los bazares como si fueran coches de servicio, los ricksaws, con agua que casi llegaba al compartimiento donde iban los pasajeros, tirados por esqueletos humanos forrados de piel reseca como cuero, que pedaleaban luchando contra la fuerza del agua para poder ganarse la vida. A mí y a mis amiguitos de entonces nos gustaba jugar en las calles embarradas, después de que desaparecía el agua. Nos gustaba oír el sonido del barro; como si te succionara los pies cuando los sacabas del mismo. Esos días volvíamos con las manos y pies que parecían los de un Dhobi.[i]--

Algunas tardes, cuando nuestros padres tenían a bien darnos las rupias para ir al cine, allá que nos íbamos, y algunos de nosotros hemos sufrido y experimentado, con nuestras propias manos, los engaños de los señores que te invitaban a Naranjada y Limonada[ii], detrás del mostrador del hall del cine. – Esto último me lo cuenta casi de forma confidencial. La señora al oír “Naranjada y Limonada”, esbozó una tímida sonrisa, y se retiro unos metros de nosotros, haciendo como que saludaba a alguno de los otros invitados. Aprovechando el que la señora no estaba cerca, yo también le cuento una confidencia de la niñez.

-- En todos los países a los niños les suceden cosas parecidas. Cuando yo tenía ocho años atendía a misa todos los fines de semana con algunos niños más. El cura, a dos o tres de nosotros, nos indicó que sería mejor que fuésemos a confesarnos por la tarde, y a ser posible, cada uno de nosotros a diferente hora, la cual él nos marcaba cada fin de semana. La primera vez que puso en práctica el nuevo método de confesión los tres volvimos a casa sin decirnos una palabra, entre confusos y asustados.

El cura para confesarnos nos hacia entrar al confesionario y sentarnos sobre sus rodillas. Y allí, a la vez que nos limpiaba de nuestros pecados, nos palpaba todo lo que quería y abusaba de nosotros a sus anchas. Nosotros hasta que el hombre falleció lo pasamos mal. Menos mal que no duró mucho tiempo, porque nuestra inocencia nos impedía hablar del tema con nuestros padres. Por eso le digo que en ese tema, en todos los países cuecen habas. –

Se acerca el empresario que me ha traído a la reunión y me indica que tendremos que marcharnos, que se esta haciendo tarde y aún nos queda una hora de viaje.  Él sabía que al día siguiente me tenía que levantar temprano para ir a visitar Agra. Me indicó que si no descansaba, el día y el viaje me podrían resultar muy pesados y cansados.

Me despedí de los anfitriones y de los demás. Cogimos el coche y, disfrutando de la melodía del preludio de la Traviata de Verdi, nos dirigimos hacia el hotel.















[i] Dhobi. Persona de las castas más bajas y que usualmente son lavanderos. Pasan todo el día con las manos en el agua y tienen la piel arrugada por la humedad. El Dios de las Pequeñas Cosas. Arundhati Roy.
[ii] Aprovechandose de la inocencia infantil, algunos de los señores que atendían, lo que se podría decir, bar del cine, engañaban a los niños y a cambio de un refresco, se sacaban el pene y se lo depositaban en la mano del niño, y mientras el niño se tomaba el refresco, los señores apretando la mano del niño sobre su pene se masturbaban. El Mundo de las Pequeñas Cosas. Arundhati Roy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por vuestros comentarios y aportaciones a los temas tratados.