CAPITULO 3º.
Controles, controles, más controles. Llegada al aeropuerto nacional de Delhi. La normal pasividad y relajamiento en el revisado de documentos: pasaportes, visados; funcionarios aburridos y aletargados miran las largas colas de pasajeros de forma indolente. Dos horas para salir de la terminal aérea.
Los carteles de los hoteles con los nombres de los pasajeros que están esperando llenan el hall de salida. Maleteros luchando por conseguir la carga. Encuentro al representante de mi hotel, nos saludamos, y salimos en busca del coche que me espera.
El recorrido transcurre por una autopista mejor acondicionada que las vistas en Mumbai. El tráfico, más fluido, la atmósfera también irrespirable. El índice de coches nuevos superior, pero juntos a los desvencijados medios de transporte ya conocidos y las vacas, que siguen estando presentes. Llegada al hotel, llamadas de confirmación de la cita, organización de maletas, cena y descanso para empezar el nuevo día con ganas de trabajar.
Cuando vuelvo a mi habitación, después de la cena, veo que me han dejado una nota por debajo de la puerta. Es del señor Rajesch, mi anfitrión en Delhi. Me indica que a las nueve treinta de la mañana pasara a recogerme. Me acuesto y me pongo a leer el libro de Mrs. Roy.
“Los Adivasis, los aborígenes de la India. Los primeros pobladores de este país. Gentes nómadas que llegaron en épocas remotas y que poblaron las zonas boscosas del norte y centro del país. Tribus que vivían adaptándose al entorno. Conocedores de las plantas, arbustos y cazadores. Eran Dravidianos llegaron mucho antes que los Arios. Cuando los Arios, 1500 años AC., llegaron desde el sur de Europa y del Norte de Asia ya habían muchas comunidades de otros orígenes existentes en territorio hindú. Los Negrito de África, Mongoloides, Australoides y Dravidianos, estos últimos originarios de zonas mediterráneas eran la comunidad más grande en India. Los Arios, de piel blanca, nombraron a los Dravidianos, los Adivasis, Varnas, los sin clase o estatus, por el color oscuro de su piel[i]. Desde ese momento los dioses y los héroes eran gentes de origen Ario. Y los demonios, salvajes, inadaptados, monstruos y esclavos eran los Adivasis. Por el tiempo estas tribus evolucionaron, según sus cánones de comportamiento. Vivian en chozas construidas en la selva. Los clanes familiares se hicieron fuertes y las diferentes tribus se fueron desplazando a lo largo del país. Esto ha estado sucediendo así desde tiempos ancestrales. Siempre se les ha tenido como seres salvajes, seres no humanos. En el momento de la creación de las castas ya se les relegó al estatus inferior al de los intocables. Los merecedores de nada, los que no eran validos para desarrollar trabajo alguno. Ni merecedores de atención alguna por parte de los poderes del país. Pero últimamente esto no ha cambiado, esto sigue y empeora. Ahora se les ha desalojado de las zonas en que estaban asentados, trasladado a suburbios de las grandes urbes, donde no tienen capacidad ni posibilidad de que nadie los contrate ni de que el gobierno les ayude. Y siguen siendo tratados como salvajes indeseables que solo reciben la cólera y el peso del nacionalismo acérrimo que últimamente, olvidándose de las bases filosóficas del hinduismo (la aceptación de todas las religiones), se dedica a perseguirlos; así como a los musulmanes[ii] y a los cristianos. La alarma del móvil me despierta y me encuentro con el libro sobre mi cara y la luz de la lámpara de la mesita encendida.
Mi hotel esta situado en el centro de Delhi, cerca de Connaught Place uno de los centros vitales de la ciudad. La rodeamos con el coche de Mr. Rajesch buscando la salida hacia sus oficinas. Avenidas amplias bordeadas de árboles. Zona residencial y de las embajadas extranjeras junto con los hoteles más destacados de la capital. Pasamos por la Puerta de la India, otro arco del triunfo como el de Mumbai, la sede del gobierno y el palacio residencia del presidente de la nación. El tráfico en esta área es denso pero sin grades atascos.
El día de trabajo transcurre encerrado en la oficina estudiando los catálogos y discutiendo de precios. La amabilidad, cortesía y buenas maneras típicas de los hindis, cuando tocan el terreno comercial, cambian considerablemente. Comemos en el mismo lugar de trabajo. Yo como unos frutos secos y un capuchino. A mi acompañante le han servido unos rollitos de masa frita, encargados a algún vendedor callejero cercano. A finales de la tarde, ya llegando al hotel, me emplaza para una hora más tarde. Me invita a una cena con amigos, en la casa particular de uno de ellos. Acepto la invitación, y nos despedimos.
Media hora larga después de salir del hotel, por fin, llegamos al área llamada “The Defence”. Zona residencial. Carreteras asfaltadas pero estrechas. Muros de cemento de dos metros de altura que apenas dejan ver los árboles de las parcelas. Bungaloes, chalets, residencias amplias con detalles arquitectónicos que muestran el poder de los residentes.
Haciendo sonar el claxon, mi anfitrión, avisa al guardia de la puerta. Este, un nativo de casta baja con escopeta sobre el hombro, abre las dos hojas metálicas de la puerta. Dentro esperándonos, en el césped recién cortado del jardín, cerca de la zona de baño, los amigos de mi acompañante. Ella con un sari (vestido típico de la mujer hindú) color vino con ribetes dorados, de silueta estilizada, pelo largo negro, y con una raya de color rojo que le corre desde la mitad de la frente hacia arriba perdiéndose en el cabello. Él, informal, camisa azul marino larga, pantalones anchos blancos. Presentaciones de rigor y pasamos, por la parte trasera, donde las puertas del salón dan paso a la piscina. Aquí reunidos, en amena conversación, varios grupos intercambian gestos y posturas socialmente aceptadas. Cerveza o güisqui en mano muestran su imagen pública. Risas, exclamaciones exageradas, frases cortas vacías de contenido, susurros cómplices, se van esparciendo por la estancia en medio de una atmósfera melosa, y de oleáceos aromas. La anfitriona se acerca por mi espalda y me presenta un vaso con güisqui y hielo. Me coge por el brazo y pidiendo perdón a los señores que estaban hablando conmigo, me aparta de ellos. Empezamos a conversar.
--¿A que se debe su visita a la India, turismo o negocios?-- Me pregunta la señora, con voz dulce y un inglés que denota su educación. Mientras me pasea por el salón.
--Negocios. Pero la hospitalidad hindú es tan grande que las personas con las que he contactado me están posibilitando el dedicar algún tiempo al turismo. —
--¡Ah! Eso está muy bien. ¿Cuantos días pasará en el país?—
--Cinco días más y vuelvo a España. Ya llevo unos cuantos días aquí y echo de menos a mi familia. —
--entiendo que sienta nostalgia de su país. ¿A qué se dedica, está en el comercio textil?- con tono dulce pero denotando un interés por averiguar alguna realidad no constatada hasta el momento, sigue preguntando la anfitriona.
--No, me dedico a los muebles y cerámica. Y también...—me corta de pronto.
--¡OH! perdone. Quiero presentarle al General Mashive. Héroe de guerra y galardonado con la distinción mayor del ejercito. —
Apretón de manos, sonrisas educadas y respetuosas. El General, ya en los setenta, figura alta, mata de pelo canoso, bigote poblado y piel curtida, con porte marcial. Traje oscuro, camisa blanca y corbata con dibujos de Cachemir de tonos azules mortecinos.
--¡Español! ¡Hombre, que satisfacción conocerle! ¿Qué, como van las cosas por España después de que el Generalísimo les abandonara? Me enteré que los socialistas habían estado haciendo de las suyas. ¿Aún siguen en el poder?— Me pregunta el General mostrándome un sentimiento de pesar ajeno por la perdida de nuestra “estrella guía…”.
La señora de la casa nos deja solos con nuestra charla, que no promete mucho, y continuo atendiendo a los demás invitados. Yo después de pensarme una respuesta diplomática y poniendo cara de sentir empatía con él, le respondo.
--. Bueno, la verdad es que no nos ha ido mal del todo. Posteriormente a su muerte, un golpe de estado y algunos movimientos militares internos que nos marearon un poco, las cosas se arreglaron y, hasta hoy se puede decir que, hemos mejorado mucho. –
-- ¿Quién gobierna ahora? ¿Siguen los socialistas aún en el poder? –
-- No, en las últimas elecciones ganó un partido de derechas, qué también esta haciendo las cosas bien aunque, en lo que se refiere a la parte social y de asistencia medica, se están produciendo lagunas importantes. Además nos ha metido en una guerra en la que no pintamos nada. --
--Si señor, eso está muy bien, la derecha siempre tiene las cosas muy claras, ya lo dejo atado y bien atado el Generalísimo. Me imagino que siguen sus directrices y de tal General tales soldados. –me dice el general en plan bravucón.
--Espero que no sea así, no creo que los españoles les apetezca seguir respirando la atmósfera de aquellos tiempos. Ni entendemos que en el siglo que estamos sea necesario guerra alguna, y menos cuando está basada en los deseos de poder y petróleo del imperio actual. -- Le respondo sonriendo para quitarle fuerza a mi respuesta.
--¿Qué tal aquí, como van las cosas en cuanto a asuntos sociales y las famosas construcciones de diques que el gobierno está llevando a cabo en el norte?--
--Se están realizando grandes inversiones y verdaderamente van a posibilitar que la India, sobre todo la parte Norte, pronto tenga agua potable y canalizada en todas las casas. --
--¿En todas las viviendas? Le espeto yo. -- Me parece muy difícil que eso se pueda conseguir tan fácilmente. ¿Y la deuda externa, está controlada?--
-- Ya se sabe que en un país como este, en el que estaban todas las cosas por hacer, es necesario que el gobierno acepte algunos riesgos para poder iniciar el camino del desarrollo. Además, ahora hemos entablado unas cordiales relaciones con América. Esto ha creado un marco político diferente. Nuestras relaciones con los países fronterizos, aunque aún siguen existiendo problemas con Pakistán, han mejorada considerablemente.- Riéndose y como de broma apostilla.
–Ahora solo nos falta controlar a los musulmanes y definitivamente la India será otra. --
--Buenas noches, ¿como está usted?- Corta la conversación el hijo del empresario qué me ha traído a la reunión. Situación que yo aprovecho para cortar la charla con el General. Le pido perdón e intento empezar la charla con el muchacho.
--Hola, encantado de saludarle. Le he visto esta mañana en la empresa de su padre, y él me ha indicado que usted sería en un futuro el que tendrá que dirigir la empresa. ¿En que departamento de la misma esta usted ahora?—
Nos separamos un poco del General y nos acercamos a una mesa en la que habían varios platos: patatas fritas, canapés, bebidas y unos triángulos de masa frita rellenos de verdura; muy sabrosos y poco grasientos.
--Bueno, yo soy el chaval para todo en la oficina. Mi padre tiene la intención, a mi entender, de que me fogueé en todos los departamentos para que tenga una visión amplia, y coja experiencia de la empresa en su conjunto. —
--Eso está muy bien. ¿Pero a usted le gusta el mundo empresarial? Porque eso es la premisa más importante, qué a usted le guste el trabajo que realiza. —
--Sí, si. Estoy a gusto con lo que hago, y ya voy cogiendo responsabilidades.
--¿Qué tal es la vida en la India para la gente de su edad? –
--Bueno Delhi está cambiando muy aprisa y para los jóvenes se están creando muchas buenas expectativas. Para los jóvenes preparados; con estudios, buen nivel de inglés y responsables. Y en cuanto a la diversión nos encontramos en un momento en el qué se están abriendo muchos locales nuevos; discotecas, pubs, museos y salas de exposiciones. Además, tenemos los clubes deportivos privados, los gimnasios; tenemos todas las posibilidades para reunirnos y distraernos, que hasta hace pocos años no existían. —
Con una sonrisa, picara y malévola, le pregunto.
¿Y con las mujeres que pasa, ha cambiado algo su situación en la sociedad hindú?—
Un poco cortado me cuenta que los hindúes son bastante reservados para estos temas, pero van todos salidos detrás de ellas.
--Se podría decir que para ellas las cosas también están cambiado, no al mismo ritmo que para los hombres, sino qué, una vez casadas ya tienen acceso al trabajo; antes esto no estaba bien visto. Tienen posibilidades de estudiar. Aunque siguen existiendo algunas trabas a la hora de relacionarse con los del genero contrario. Por ejemplo; esta muy mal visto que vayan solas a lugares públicos, o que salgan con chicos solas sin que sus familiares lo hayan aprobado previamente. —
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