jueves, 15 de enero de 2015

INDIA--2º

INDIA-2º.
















Tengo el billete de primera especial, vagón con sillones amplios, aire acondicionado, limpio y confortable. Salida a las 6:40 y con llegada a Pune a las 10:10. Coste de la ida y vuelta 750 rupias. Recorrido 250 kilómetros. Detrás de los dos vagones de primera especial hay enganchados unos diez vagones de primera y segunda. En los que viajan hacinados como ganado; de pie sobre los estribos, y en algunos vagones sobre el techo, caras y cuerpos con la mirada perdida. Y uno, solo para las mujeres que prefieren viajar separadas.

Tengo delante de mí una espera de casi una hora. El taxista quiere quedarse conmigo hasta que salga el tren, le indico que no es necesario. Él me sugiere que no pierda de vista las maletas y que tenga mucho cuidado al subir y apearme del tren, ya que son momentos que se dejan las maletas para subir o bajar y pueden desaparecer fácilmente. Por lo demás, que no tema, nadie se acercara a molestarme. Me tranquiliza. Y como la sugerencia que me ha hecho es la misma que se hace en todas las estaciones y aeropuertos del mundo, lo dejo ir. Eso sí, le indico, que yo estaré de vuelta a las nueve y media de la tarde, que me espere en el andén.

 Allí, solo, me dedico a pasear y ver aquel mundo que se abre delante de mí. A intentar contrastar la manera y forma de vivir de aquellas gentes, con la mentalidad occidental que anida en mi cerebro. A primera vista lo que más me sorprende es la tranquilidad y complacencia con que soportan las molestias y falta de servicios. Sin quejas, relajados. Sus miradas no transmiten sentimiento alguno. Entre esta gente, adaptada a su mundo, me siento pequeño e inadaptado. Mi mente solo se fija en las necesidades, carencias que ella, yo, tiene asumidas como necesarias. La escena es la normal, la de cada día. Lo único extraño aquí soy yo. Las personas me miran; pero no a mí, sino, a la cara de sorpresa que se me ha puesto ante lo que veo. Ellos siguen con su parsimoniosa actitud; tranquilos enfrente de las circunstancias que moldean sus vidas. Paso cerca de una familia de las tantas sentadas en el suelo. Me invitan a compartir su desayuno. Son Sikhs: Un niño, dos niñas, marido y mujer, y los padres de él.

Tumbo mi maleta en el suelo, cerca del cabeza de familia, el abuelo, y me siento sobre ella. Antes de sentarme todos los componentes de la familia se levantan y juntando las manos delante del pecho pronuncian el saludo hindú, “NAMASTE”. Yo repito el gesto y les doy las gracias por aceptarme a compartir su reunión familiar. Les sorprende, ya que según me comentó el Sr. Shiv, esto era una práctica habitual en los hindúes, en especial, los Sikhs. Él me presenta a toda la familia. Su esposa Arundati, el padre Sandeep, la madre Sanyukta. No recuerdo los nombres de los hijos. Los ojos grandes y negros de las niñas se quedan enredados en mi cerebro.

Arundati se levanta y desaparece de mi vista durante unos minutos. Vuelve con una botella de agua sin abrir, que me ofrece. Mientras tanto Shiv me pregunta si éste es mi primer viaje a la India. Le contesto afirmativamente y le hago saber que vengo de España. Responden con gesto de agrado. Seguimos charlando sobre el motivo de mi viaje y hacia donde me dirijo esa mañana. Al decirles que voy a visitar la ciudad de Pune se alegran mucho. Ellos vuelven a su ciudad, donde tienen la residencia el resto de sus familiares, para celebrar todos juntos el GANAPATI FESTIVAL.

Me atreví a preguntarle el por qué, él, su padre y su hijo, llevaban el turbante en la cabeza. Esta pregunta abrió una enciclopedia de conocimientos sobre el Sikhismo. Al darse cuenta que me interesaba su cultura y que me puse cómodo para atenderle, su mente se abrió como una catarata de nombres, fechas, normas y filosofías extrañas para mí. La familia se arremolino más, casi nos apelotonamos. Los hijos e hijas, así como los abuelos y esposa, sin dejar de picotear con los dedos la comida que había en papeles sobre el suelo, avivaron sus ojos y se centraron en el monologo del padre. Shiv empezó relatándome los fundamentos de su religión.

--Nuestra religión tiene una antigüedad de 500 años. Su fundador, una gran persona, fue Guru Nanak que nació 1469. Predicó un mensaje de amor y comprensión y, por lo que él en aquel entonces vio, criticó el seguimiento ciego de los rituales hinduistas y musulmanes. Nueve sucesivos Gurus, santos insignes, siguieron promulgando y esparciendo esta nueva religión. Sucesión que terminó con el último Guru en vida, que fue, Guru Gobind Singh que murió en 1708.

Nuestro último Guru estableció la orden de Khasala (que significa “El Puro”). Esta era una orden de soldados-santos, al parece seguidores que entregaban sus vidas por la defensa dela Khasala. La cual instauró las más altas virtudes de compromiso, dedicación y conciencia social de los Sikhs. La Khasala son hombres y mujeres que han sido bautizados y que deben seguir estrictamente el código de conducta y convenciones Sikh, los cuales, para cumplir con los preceptos, deben de llevar siempre encima los artículos físicos de la fe. Uno de los más fáciles de apreciar es el no cortarse nunca el pelo de ninguna parte del cuerpo; el de la cabeza la religión requiere que esté cubierto con un turbante en el hombre. Y el Kirpan, que es una espada de ceremonia. Hoy en día todos llevamos, en vez de la espada, una navaja pequeñita en el bolsillo de pantalón, aclara Shive--

Parece ser que antes de morir, El Guru Gobind Singh declaró que los Shicks ya no necesitaban a ningún gurú vivo. Y señalo como su sucesor a La Khasala. Nuestro Guru Gobind Singh sintió que toda la sabiduría que los Sikhs necesitaban como guía espiritual y para su vida diaria la podrían encontrar en las escrituras sagradas Sri Guru Granth Sahib. Que se convirtió en el Guru eterno de los Sikhs. Estas escrituras contienen poesías, y muchos escritos de santos de otras confesiones las cuales eran consistentes con los de los gurus Sikhs.

Gracias por vuestros comentarios, me ayudan a aprender y mejorar.

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