DETENER EL SUFRIMIENTO DE LA MENTE
Existen dos
grupos o formas de sufrimiento. Por un lado, el inevitable sufrimiento
inherente a la vida, que en mayor o menor grado alcanza a todos los sere
humanos; por otro, el sufrimiento inútil, innecesario y evitable, que
engendrado por la mente viene dado por actitudes mentales erróneas, engaños de
todo tipo, trabas, enfoques negativos que enferman la mente y la confunden,
apego desmedido, obsesión por los intereses mundanos, odio e ira, motivaciones
incorrectas o perversas, ausencia de genuino comportamiento ético,
inestabilidad mental y otros factores que producen la desdicha, propia y ajena.
Se da importancia
a lo que no la tiene y se le quita a lo que la tiene. Esa neblina de la ilusión
mental nos hace concebir lo trivial como esencial, creer que todo es
permanente, y no nos permite tomar verdadera conciencia de la muerte, como algo
cierto e inexorable. Está tan empañada nuestra visión que acumulamos
sufrimiento inútil sobre sufrimiento inútil.
Para comprender
la felicidad hay que comprender en profundidad el sufrimiento. El sufrimiento o
impacto doloroso será mayor o menor en función de la salud menta y emocional,
del equilibrio psíquico y de la capacidad de ecuanimidad del ánimo. Se puede
dejar en su justa dosis o, por el contrario, si la mente comienza a reaccionar
de forma anómala y neurótica, se generará mucha desdicha sobre la desdicha.
Existen formas de
sufrimiento: la vejez, la enfermedad, la muerte, las vicisitudes de la vida.
Pero, además,
está el sufrimiento que añade la mente humana que se consume entre la ansiedad
y el abatimiento, el odio y la ira, las lamentaciones y las fricciones sin sentido,
el aferramiento y la falta de aceptación consciente del sufrimiento inevitable,
los estados mentales negativos e insanos (celos, envidia[j1] , rabia, rencor y tantos otros). Por
tanto, al sufrimiento que nos llega del exterior añadimos una gran parte de
sufrimiento debida a la neurosis y desorden de nuestra mente, a la falta de
firmeza y ecuanimidad, y la propia resistencia inútil a ese sufrimiento, en
lugar de ser más permeables y porosos, vivir ese sufrimiento conscientemente y
no agregar ni un gramo más de sufrimiento al inevitable sufrimiento mismo.
En la Terapia
Espititual tenemos que renunciar con inquebrantable firmeza al sufrimiento
innecesario, para beneficio propio y de los demás, para no hacernos daño ni
hacer daño de forma gratuita.
¿Cómo podemos
librarnos del sufrimiento excesivo?
--Ejercitandonos
en la ecuanimidad, como antídoto. Como declara el célebre texto indio
Yoga-Vasishtha, <<nuestros deseos y nuestras aversiones son dos monos que
viven en el árbol de nuestro corazón; mientras lo sacudan y lo zarandeen con
sus brincos y sobresaltos, no puede haber reposo>>.
Al sentir placer,
uno se vuelve adicto al mismo, y entonces quiere apropiárselo, intensificarlo,
repetirlo y hacerlo perdurable. De aquí viene la obsesión. Entonces el mismo
disfrute se torna el preludio del dolor, porque, si se pierde (y como todo es
transitorio, se desvanecerá antes o después o terminará resultando aburrido),
surge el sufrimiento. Y en lugar de mantener la actitud sana y equilibrada de
<<si llega el disfrute, disfruto, per sin obsesión>> (o su opuesto:
<<Si llega el sufrimiento inevitable, sufro, pero sin añadir con mi mente
sufrimiento al sufrimiento>>. Es el pensamiento el que genera un circuito
de apego-aversión.
---Ejercitándonos
para gobernar los pensamientos y conseguir no ser pensados por los
pensamientos, porque el pensamiento puede ser el gran ladrón de la
felicidad. Existen dos clases de pensamiento: el pensamiento consciente, preciso,
controlado y liberado de impedimentos: odio, la malevolencia y la agitación, y
el pensamiento neurótico o incorrecto, cargado de egocentrismo,
emociones negaticas, opiniones erróneas e inestabilidad.
Un pensamiento,
cuando más lúcido y controlado resulte, mejor podra superar muchas conductas de
avidez desmersurada y de rechazo y odio.
---Disciplinándonos
en la aceptación consciente, cuyo primer paso es la aceptación. Si sabemos
cuándo podemos modificar algo para mejorarlo y cuándo no, aceptaremos las cosas
con lucidez y sin resentimiento, y evitaremos generar innecesarias tensiones y
aflicciones internas.
--Renunciándo,
con firme e inquebrantable proposito, a los estados perniciosos de la mente, tales
como la malevolencia, el afán de venganza, la codicioa, la crueldad, la envidia
y otros. Poco a poco iremos eliminando muchos factores que engendran
sufrimiento.
--Aplicándonos
en el autoconocimiento y el desarrollo de los factores de equilibrio y
perfeccionamiento, como son: la atanción consciente, la captacións de la
realidad tal como es, la energía, el contento, el sosiego, la concentracións
mental y la ecuanimidad.
--Mejorando la
buena relación con los demás. De esta forma les libraremos de peligros y
daños, y les procuraremos dicha, con lo cual, tenderemos puentes de genuino
afecto hacia los demás, comenzando por un sano afecto a nosotros mismos.
---Practicando
con asiduidad métodos para armonizarnos, calmar y potenciar la mente,
equilibrar el ánimo y mejorar el comportamiento. La vida cotidiana sirve
como aprendizaje para el autodesarrollo. Lo ejemplificamos con una historia
zen.
Un díscipulo pregunta a su
maestro:
---¿Dónde está la verdad?
---En la vida de cada día.
---Pero en la vida de cada día
---protesta el discípulo----, yo no veo verdad alguna
Y el maestro concluye:
---Ésa es la diferencia: que unos la
ven y otros no.
Transcripción: Paco
Costa
Terapia Espiritual, la Senda del bienestar interior
Ramiro Calle.
[j1]Ga
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