Recordemos de nuevo el cuento del sabio anciano Long Ching.
Un día sucedió que se escaparon las únicas yeguas que poseía y de las que obtenía el sustento. Y ante la pena que manifestaban sus vecinos acerca de su desgracia y mala suerte, contestaba sereno: PUEDE SER. PUEDE SER.
Al llegar el invierno sudeció que las yeguas volvieron a sus establos, trayendo con ellas una manada de caballos salvajes encontrados en las montañas. Ante las muestras de júbilo de sus vecinos por su buena suerte, Long Ching contestaba sereno: PUEDE SER. PUEDE SER.
Al poco, y al ser domado uno de los caballos recién llegados, derribó al jinete y fracturó las piernas del único hijo de Long Ching. Ante las manifestaciones de dolor y pésame de los vecinos por su mala suerte, Long Ching contestaba sereno: PUEDE SER. PUEDE SER.
Alos dos meses, estalló en la nación la guerra con un país vecino, y los emisarios gubernamentales de reclutamiento dejaron al hijo junto a su padre para que se fuera reponiendo de las fracturas. Ante las muestras de júbilo de los vecinos por su buena suerte, Long Ching contestaba sereno: PUEDE SER. PUEDE SER.
Un hombre que sufre antes de lo necesario, sufre más de lo necesario.
Seneca.
A veces, la vida encadena los acontecimientos de manera tan equilibrada que revela en la mente del ser humano una verdadera "conciencia holística", (holos: totalidad) que invita a pensar que nada, en realidad, está aislado, que todo sucede de forma interdependiente y que nada es totalmente bueno o totalmente malo.
Aunque no lo parezca, es tan sólo nuestra mente la que califica e interpreta cada suceso que enfrentan y, en consecuencia determina si nos decidimos por sufrir, o nos decidimos por gozar de esa posibilidad de evolución y aprendizaje que conlleva todo lo que sucede en la vida.
Lo importante no es lo QUE sucede, sino CÓMO lo interpretamos.
Paco Costa (transcriptor)
De: Educación de las emociones.
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