EL MIEDO
Existe un arte muy antiguo denominado tradicionalmente <<el arte de dominar el tigre>>, pero también podría haberse denominado <<el arte de dominar los tigres>>. Muchos de ellos se encuentran en nuestro interior. Son inofensivos si los cabalgamos (si los llevamos de las riendas) y muy peligrosos si nos descabalgan (si nos controlan); son el deseo aferrante, la ira, el miedo y tantos otros <<tigres>> a los que es necesario conocer e ir domando con sabiduría extrema.
El miedo es muchas veces un fantasma negro pero un amigo. Sin el miedo no hubiéramos, seguramente, llegado al día de hoy. Es el que nos protege y gracias a él, cada vez que un estímulo nos amenaza reaccionamos con angustia y autodefensivamente ya sea huyendo, paralizándonos o agrediendo. El miedo constituye un código biológico para asegurar la supervivencia; un código que está en todo animal. Es el miedo instintivo un aliado, y curiosa y paradójicamente más <<razonable>> y <lógico>> que ese otro que surge en la mente, a menudo infundado o imaginario, inútil, que puede llegar a limitar la vida de la persona, atormentarla interiormente y frenar su autodesarrollo.
Hay un cuento que clarifica muy apropiadamente estos conceptos:
Un magistrado invitó a cenar a su oficial. Después de la cena le invitó a una copa de licor. En la pared, detrás del invitado, había un arco colgado que se reflejaba en la copa de éste y parecía una serpiente dentro del licor. El oficial se aterró, pensando que había una serpiente dentro de la copa, pero como no quería desairar al magistrado, bebió el líquido de un trago, con una gran sensación de asco. Días después el magistrado comprobó que el oficial no acudía a trabajar. Se enteró de que estaba enfermo. Fue a visitarle y le encontró postrado en el lecho, muy pálido y vomitando a menudo. Cuando le preguntó qué le sucedía, el enfermo se sinceró y dijo:
--Señoría, me muero de asco por haberme tragado una serpiente en la copa de licor.
--Venga a mi casa--dijo el magistrado deduciendo correctamente lo que había sucedido.
Una vez en su casa, el magistrado sentó al oficial de espaldas al arco y le ofreció una copa. Cuando éste vio la copa en la que se reflejaba la <<serpiente>>, gritó despavorido:
--!Otra serpiente!
--Vuélvase--le ordenó el magistrado--. Vea qué pende de la pared.
El oficial se volvió y se percató de que el arco se reflejaba en la copa. El magistrado le dijo:
--Su imaginación es la causa de su enfermedad, su palidez y sus vómitos. No hay peor enfermedad, amigo mio, que la que produce una imaginación descontrolada. Ya ve lo que ha hecho con usted.
Muchas veces vemos lo que tememos ver o sentimos (como el hipocondríaco) lo que tememos sentir o sospechamos (como el celoso) lo que tememos pueda suceder.
Van apareciendo todo tipo de miedos, muchas veces contradictorios: miedo a la vida y a la muerte, a la soledad y a la compañía, al compromiso y a la despreocupación; miedo a uno mismo y a los demás, a la dependencia y a la independencia, y etc....
Transcripción: Paco Costa
Del libro: Terapia espiritual. La senda del bienestar interior.
Ramiro Calle. (uno de los más destacados orientalistas).
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