miércoles, 4 de febrero de 2015

INDIA--16º-De mi paso por la India.


CAPITULO 4º.


Cuatro treinta de la mañana. Llaman a la puerta de la habitación. Me envuelvo en la toalla de baño y descalzo salgo a abrir.

-- Buenos días señor. ¿Ha dormido bien? Aquí le traigo el desayuno que usted encargo anoche. – me saluda el sirviente del restaurante.

-- Hola buenos días. Pase y déjelo sobre la mesa. Si he dormido, no mucho pero bien. Me acosté cansado. – le respondo, y añado.

-- Haga el favor de avisar al responsable de la desinfección, para que aproveche hoy que voy a estar fuera para desinfectar la habitación. Principalmente el baño; anoche estaba lleno de cucarachas, y también habían bastantes mosquitos. Por favor que no se le olvide. – con mucha atención me responde que sin falta, nada más me vaya, solucionaran el problema.

Me dispongo a desayunar; cereales con leche, zumo de naranja, tostadas con mermelada, huevo frito con salchichas y café con leche. Lo hago rápidamente porque el reloj me aprieta.

Suena el teléfono de la mesita; la recepcionista me indica que hay un coche esperándome a la puerta del hotel. Termino de desayunar, recojo las cosas que me había preparado para el viaje y abandono la habitación.

El señor Rajesch había puesto a mi disposición un coche todo terreno con conductor. El “door man” lo llama cuando me ve aparecer por los cristales giratorios, así que cuando salgo a la calle el chofer ya me espera para cargar mi bolsa de viaje.

Enfilamos, después de salir del centro, la autopista que nos lleva dirección sudeste; a estas horas de la mañana aún tranquila y sin aglomeraciones. Una hora más tarde la autopista, si se le puede dar ese nombre, ya no lo parece. Un rió de bicicletas, gente andando por la orilla y entre medio de las motos, ricksaws y las bicicletas. Pasamos la zona de libre comercio de Nodia; área donde se están instalando todas las empresas extranjeras a la búsqueda de la mano de obra barata y de las grandes posibilidades que el gobierno da para adquirir locales de bajo coste; y los solares con unos alquileres irrisorios. El gobierno no vende ni un palmo de tierra.

La aurora va iluminando el paisaje; plano, sin relieves; campos verdes y polvorientos. El frescor de la noche corre a esconderse entre las sombras de los pocos árboles que nos observan desde los bordes de la carretera, huyendo de los primeros rayos solares que lo acribillan. Se agazapa entre las hierbas altas y matorrales de ramas secas y bajo algunos árboles frondosos que hay en los barracones de carretera, esperando que algún pasajero cansado lo busque y así poder compartir su frescor con él.

Cruzamos varias poblaciones; más que poblaciones centros industriales, alrededor de los cuales han ido creciendo barrios marginales en los que viven los trabajadores de las fabricas. Esta acumulación de gente en áreas tan concretas, a lo largo del tiempo, ha posibilitado la creación de un entramado comercial anexo al industrial. Las franjas que bordean la carretera son verdaderos mercados, grandes centros comerciales; divididos en tiendas de todo tipo, de un metro de profundidad por uno de ancho. Carromatos con verduras, frutas, bebidas refrescantes sumergidas en palancanas con hielo. Hileras interminables de camiones aparcados en la autopista; los ciclistas y transeúntes deben de salirse casi al medio de la carretera para poder salvar a los camiones con el consiguiente riegos de atropellos, que los hay, varios, todos los días.

Grandes caravanas de camellos tirando de carros que cargan bolsas monumentales llenas de trigo. Cuando te los encuentras enfrente de ti, de lejos te da las sensación que son esféricos depósitos de gas que van rodando solos a lo largo de la carretera, ya cerca se distingue al carretero tirando de una cuerda, luego ves a los camellos que aparecen saliendo de las esferas blancas que forman los grandes sacos. Esto es una constante durante el viaje. Así como los coches averiados aparcados donde se quedaron al pararse. El transito tiene que salvarlos a base de volantazos, que a veces llegan tarde y que producen colisiones en cadena sorprendentes.

A las tres horas de viaje paramos en un chiringuito de los muchos que hay instalados esperando turistas o nativos que van o vuelven de algún lugar sagrado. Nos tomamos un te frió, que paga el chofer por orden del señor Rajesch. Según el conductor aún nos queda una hora para llegar a Agra. El barracón bastante adecentado, con maceteros alargados llenos de flores silvestres, la tierra regada, las mesas limpias cubiertas con manteles de hule. Nos sentamos en una mesa que justamente esta situada donde el frescor de la mañana se esconde y nos aprovechamos de su fresca hospitalidad.

Una bruma baja, sobre edificios todavía más bajos, me indica que Agra está cerca. El caos circulatorio se va haciendo cada minuto más intransitable, por calles con edificios de una sola altura, nos movemos paso a paso; como cuando de pequeño contábamos con los pies, poniendo uno delante del otro, para saber quien había ganado en una jugada de canicas.

¡Por fin! Llegamos al la ciudad. Los grandes camiones de transporte son desviados a la entrada de la misma. Ahora la lucha es contra los ciclistas y motoricksaws. Pero mirando a esta gente, envueltos, cubriéndose la boca y la nariz, con bufandas color fango seco para no tragarse el polvo suspendido en el ambiente, me entretengo y no me doy cuenta que ya estamos delante del Mausoleo de Itimad-ud-Daulah. El conductor me indica que esta es nuestra parada final. Que aquí tendré que coger un guía para que me dirija la visita y me informe sobre todo lo que sea de mi interés.

Gracias al chofer que cubre mi puerta, puedo bajar del coche: Taxista, chavales que quieren dirigirte a hoteles o pensiones que les pagan un tanto por cliente. Manada de guías turísticos en todo los idiomas, vendedores de mil cosas diferentes, carteristas jóvenes que buscan cubrir lo que les cuesta comprar una botella de disolvente; con el cual empapan un trapo y se pasan el día aspirando de el, lo que les hace pasar el tiempo sin comer ni preocuparse, se avalancha sobre mi.

El chofer con el coche, me deja allí, y se va a la zona de aparcamiento señalizada. Me indica que él estará alrededor de la zona, que cuando encuentre el guía, que lo busque y nos desplazaremos a visitar los diferentes monumentos de la ciudad.

Conociendo y teniendo una mínima experiencia en estas situaciones, me relajo, me aparto un poco de esta multitud, y empiezo a buscar guía. Pregunto a varios fotógrafos de los que están esperando a los turistas en la puerta del mausoleo y uno de ellos me da un nombre y me señala donde lo puedo encontrar. Allí me dirijo. Justamente a la entrada del monumento apoyando la espalda contra la fachada del mismo hay un chaval joven, bien vestido, guapetón y con cara bondadosa. Me dirijo hacia él y le pregunto, en castellano si se llama Bobby, me responde afirmativamente. Le comento que necesitaría que me acompañase a visitar la ciudad, pero si habla castellano e inglés. Sin ningún problema el chico me demuestra que domina bien el inglés y que con el castellano se hace entender. Me dice que la tarifa son 400 Rs, nos damos las manos en muestra de estar de acuerdo y me encamina a visitar el mausoleo.

-- tres cosas en Agra hay que perderse no debe. – me dice Bobby.

--¿Cuáles? Le pregunto.

-- El museo arte corta piedra, La estrella negra y el Taj Mahal. Yo llevar usted viéndolo todo y si comprar quiere joyería y carpets, yo también. —Empieza a venderme el artículo, Bobby, con su castellano chapurreado; pero se hace comprender.

-- Bien, Bobby, primero visitaremos este Mausoleo y después iremos a ver el Taj Mahal, y según vayamos de tiempo ya te indico que quiero visitar. – le comento, de forma seca, para cortarle un poco las ganas que tiene por llevarme a sus contactos en las tiendas y almacenes.

--. Si, donde quiera. Pero no olvidar Estrella Negra. Preciosa piedra cortada by hand. – Sigue insistiendo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por vuestros comentarios y aportaciones a los temas tratados.